lunes, marzo 24, 2003

Hern�n dice: 24 de marzo

El 24 de marzo de 1977, luego de un a�o de dictadura y en el momento m�s salvaje de la represi�n, Rodolfo Walsh escribi� una carta p�blica a la junta militar. Este texto fue lo �ltimo que public� en su vida. Al d�a siguiente de su publicaci�n, Walsh fue emboscado por las fuerzas de "seguridad" y asesinado. Su cad�ver nunca apareci�.

CARTA ABIERTA DE RODOLFO WALSH
A LA JUNTA MILITAR


1. La censura de prensa, la persecuci�n a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la p�rdida de una hija que muri� combati�ndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresi�n clandestina despu�s de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta a�os.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acci�n de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son cr�menes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su pol�tica represiva, y cuyo t�rmino estaba se�alado por elecciones convocadas para nueve meses m�s tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Mart�nez sino la posibilidad de un proceso democr�tico donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.
Ileg�timo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresi�n objetiva de la voluntad del pueblo, �nico significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minor�as derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivtas, explotan al pueblo y disgregan la Naci�n. Una pol�tica semejante s�lo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror m�s profundo que ha conocido la sociedad argentina.

2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.
Colmadas las c�rceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del pa�s virtuales campos de concentraci�n donde no entra ning�n juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigaci�n, convierte a la mayor�a de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin l�mite y el fusilamiento sin juicio.1
M�s de siete mil recursos de h�beas corpus han sido contestados negativamente este �ltimo a�o. En otros miles de casos de desaparici�n el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo despu�s que los cincuenta o sesenta que lo hac�an fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su l�mite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez d�as seg�n manda un ley que fue respetada a�n en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
La falta de l�mite en el tiempo ha sido complementada con la falta de l�mite en los m�todos, retrocediendo a �pocas en que se oper� directamente sobre las articulaciones y las v�sceras de las v�ctimas, ahora con auxiliares quir�rgicos y farmacol�gicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contempor�neas.2
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metaf�sica en la medida que el fin original de obtener informaci�n se extrav�a en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdi� el verdugo, que ustedes mismos han perdido.

3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistem�tica ejecuci�n de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en veh�culos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no est� hecho para ser cre�do sino para burlar la reacci�n internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el car�cter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Polic�a de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del A�o Nuevo que sigui� a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosi�n que destruy� la comisar�a de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia,incapaces de influir en la pol�tica que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas seg�n la doctrina extranjera de "cuenta-cad�veres" que usaron los SS en los pa�ses ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un a�o atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y s�lo 10 � 15 heridos, proporci�n desconocida en los m�s encarnizados conflictos. Esta impresi�n es confirmada por un muestreo period�stico de circulaci�n clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.3
M�s de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco est� destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y Ios partidos de que a�n los presos reconocidos son la reserva estrat�gica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo seg�n la marcha de los combates, la conveniencia did�ctica o el humor del momento.
As� ha ganado sus laureles el general Benjam�n Men�ndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ej�rcito, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en C�rdoba, despu�s con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.4
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicci�n del Primer Cuerpo de Ej�rcito que manda el general Su�rez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la pol�tica misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.

4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto despu�s que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cad�veres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros pa�ses, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.5
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, peque�a parte quiz�s del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mec�nica de la Armada, fondeados en el R�o de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 a�os, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la regi�n anal y fracturas visibles" seg�n su autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubri� en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de C�rdoba, acudi� a la comisar�a donde no le recibieron la denuncia y escribi� a los diarios que no la publicaron.6
Treinta y cuatro cad�veres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el R�o Luj�n el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kil�metros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficci�n de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de L�pez Rega, capaces dc atravesar la mayor guarnici�n del pa�s en camiones militares, de alfombrar de muertos el R�o de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada A�rea 7, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el �rbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y s�lo puede balbucear el discurso de la muerte.8
La misma continuidad hist�rica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan Jos� Torres, Zelmar Michelini, H�ctor Guti�rrez Ru�z y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democr�ticos en Chile, Boliva y Uruguay.9
La segura participaci�n en esos cr�menes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Polic�a Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a trav�s de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ej�rcito, encabezados por el general Men�ndez, en la creaci�n de la Logia Libertadores de Am�rica, que reemplaz� a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capit�n Horacio G�ndara, quien desde hace una d�cada investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de "Prensa Libre" Horacio Novillo apu�alado y calcinado, despu�s que ese diario denunci� las conexiones del ministro Mart�nez de Hoz con monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definici�n de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce l�mites morales ni naturales, se realiza m�s all� del bien y del mal".10

5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han tra�do al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la pol�tica econ�mica de ese gobierno debe buscarse no s�lo la explicaci�n de sus cr�menes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un a�o han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participaci�n en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar11, resucitando as� formas de trabajo forzado que no persisten ni en los �ltimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamaci�n colectiva, prohibiendo asambleas y comisioncs internas, alargando horarios, elevando la desocupaci�n al r�cord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotra�do las relaciones de producci�n a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.13
Los resultados de esa pol�tica han sido fulminantes. En este primer a�o de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa m�s del 50%, el de medicinas ha desaparecido pr�cticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud p�blica a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de m�dicos, profesionales y t�cnicos se suman al �xodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalizaci�n".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante pol�tica la convirti� en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monop�licas saquean las napas subt�rr�neas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes s�lo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo , el r�o m�s grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Mart�nez de Hoz arrojan en �l sus residuos industriales, y la �nica medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se ba�e.
Tampoco en las metas abstractas de la econom�a, a las que suelen llamar "el pa�s", han sido ustedes m�s afortutunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 d�lares por habitante, una inflaci�n anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre lleg� al 9%, una baja del 13% en la inversi�n externa constituyen tambi�n marcas mundiales, raro fruto de la fr�a deliberaci�n y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve aut�noma. Mil ochocientos millones de d�lares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Polic�a Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelaci�n ni desocupaci�n en el reino de la tortura y de la muerte, �nico campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotizaci�n por guerrillero abatido sube m�s r�pido que el d�lar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional seg�n una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la pol�tica econ�mica de esa Junta s�lo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarqu�a ganadera, la nueva oligarqu�a especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que est�n ligados personalmente el ministro Mart�nez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722% en los precios de la producci�n animal en 1976 define la magnitud de la restauraci�n olig�rquica emprendida por Mart�nez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos peque�os pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".14
El espect�culo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la ma�ana duplicaron su capital sin producir m�s que antes, la rueda loca de la especulaci�n en d�lares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el inter�s por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que ven�a a acabar con el "fest�n de los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el cr�dito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupaci�n en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse qui�nes son los ap�tridas de los comunicados oficiales, d�nde est�n los mercenarios al servicio de intereses for�neos, cu�l es la ideologia que amenaza al ser nacional.


Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, a�n cabr�a pedir a los se�ores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al pa�s tras la ilusi�n de ganar una guerra que, a�n si mataran al �ltimo guerrillero, no har�a m�s que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace m�s de veinte a�os mueven la resistencia del pueblo argentino no estar�n dcsaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelaci�n de las atrocidades cometidas.


Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asum� hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos dif�ciles.

Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario