jueves, mayo 22, 2003

Hern�n dice: A prop�stio de Matrix Reloaded: Breve introducci�n a la novela ciberpunk

El ciberpunk logr� lo que parec�a imposible: que la ciencia ficci�n se vuelva cool. Mientras que la portaci�n de libros como Tropas del espacio (Robert Heinlein, 1959) era, para ciertos observadores, un signo inequ�voco de falta de sexo o de temprana detenci�n del desarrollo intelectual, un ejemplar de, por ejemplo, Neuromante (William Gibson,1984) no proyecta los mismos estigmas. Hasta un prohombre de la elegancia como Bryan Ferry no tiene reparos en involucrarse, en su �ltimo disco, con un g�nero que trata de, ug, hackers y computadoras y canta versos de clara inspiraci�n gibsoniana como �Me despierto en Chiang Mai / creo que debo conectarme / escucho llorar a las nenas salvajes / oh viento de ne�n...�
Si el ciberpunk es tolerable para los censores antinerd es porque el g�nero es una muy calculada celebraci�n de la actitud y el estilo ante todo: aquello que lo representa mejor no es un microchip, una laptop o alg�n fetiche tecnol�gico, sino el cuero negro y los anteojos espejados. Tal fue el t�tulo (Mirrorshades, 1986) de la primera antolog�a, compilada por Bruce Sterling, en la que participaban el mismo Gibson, Rudy Rucker, John Shirley, Tom Maddox y otros. En el pr�logo, Sterling resalta, m�s que el aspecto ciber, la veta punk de los textos publicados: �Los ciberpunks escriben con una prosa elaborada y gr�cil pero siempre anteponen su actitud de grupo de garage�. Estilo, actitud: si hubiera que imaginar la escena primaria del ciberpunk, habr�a que invocar a James Dean, a tope de anfetaminas, conectando su espina dorsal a una consola de �ltima generaci�n, listo para hackear la base de datos de un zaibatsu. Con la antolog�a Mirrorshades, compuesta por relatos previos a la publicaci�n de Neuromante (Gibson, 1984), la primera novela �oficial� del rubro, Sterling identific� a un conjunto de escritores muy diferentes pero que ten�an un enemigo com�n.
Igual que sus pares punk del �77 frente al rock sinf�nico, los primeros ciberpunks, y Sterling en particular a trav�s de su incendiaria revista fotoduplicada Cheap Truth, organizaron una revuelta contra el establishment de la CF. As� como la Nueva Ola de los a�os 60 y �70 (Ballard, Moorcock, Delany, LeGuin) reaccion� contra la ciencia ficci�n �hard� de los �40 y �50 (Campbell, van Vogt, Del Rey, Heinlein) y redirigi� su mirada del espacio exterior al interior, el ciberpunk da la espalda a los t�picos de la New Wave (la expansi�n de la conciencia, los paisajes alucinatorios, las religiones orientales, la liberaci�n femenina o la ecolog�a) para volver a los tres acordes: la relaci�n entre el cuerpo y la tecnolog�a futura. Pero no es exactamente hard. Agotados el espacio exterior y el espacio interior, este g�nero se vuelca hacia una mezcla de ambos: el ciberespacio.
Nacido en pleno auge de la teor�a de la posmodernidad, el ciberpunk es un g�nero mixto: combina elementos, �intenta una alianza profana entre el mundo tecnol�gico y el mundo de la disidencia organizadas, entre la cultura pop y la anarqu�a de las calles� (Sterling). La teor�a posmoderna prest� sus conceptos: la idea del simulacro seg�n Jean Baudrillard, la simulaci�n de una realidad que no existe, es la definici�n misma del espacio virtual o ciberespacio, el concepto central aportado por Gibson que ya pas� a nuestra habla cotidiana y es explicado en Neuromante como �la representaci�n gr�fica de los datos extra�dos de los bancos de memoria de cada computadora del sistema humano�. El tel�n de fondo del ciberpunk est� provisto por el paisaje del capitalismo tard�o, un mundo dominado por megacorporaciones m�s poderosas que los estados nacionales, o totalmente atomizado, luego de que la crisis de la sociedad pos-industrial llevara a alg�n tipo de cataclismo global. Para finalizar con los pos, sus protagonistas son pos-humanos: buscan trascender los l�mites de la carne, no por una v�a espiritual, sino en su alianza entre el cuerpo y las computadoras. No es raro, en consecuencia, que el ciberespacio aparezca ir�nicamente plagado de referencias a la religi�n.
El precursor m�s evidente del rubro viene desde afuera de la literatura: Blade Runner (1982), la pel�cula de Ridley Scott basada en �Sue�an los androides con ovejas el�ctricas? de Philip K. Dick cedi� a Gibson muchas de sus ideas: el narrador hard boiled, su imaginario urbano, la diversidad de las subculturas callejeras. Toda la percepci�n ciberpunk parece estar modelada sobre lo audiovisual: �El cielo ten�a el color de una pantalla de televisi�n sintonizada en un canal muerto� es la l�nea que inicia Neuromante e inaugura el g�nero como tal. A partir de este origen, no sorprende que, ya desgastado en la literatura, el ciberpunk perdure en el cine. Aunque sufri� mutaciones para intentar sobrevivir (el steampunk, ucron�as producidas por la aparici�n de computadoras en el siglo XIX; o el necropunk, una versi�n extrema que involucra el wetware �software org�nico- y el imaginario de la pornograf�a) tras SnowCrash (Neal Stephenson, 1993), que ensayaba una temprana parodia del g�nero -una se�al clara de su agotamiento-, ninguna novela ciberpunk produjo impacto alguno. Los �90, sin embargo, lo vieron florecer en la pantalla. Desde anim�s como Ghost in the shell, pel�culas mediocres como El hombre del jard�n, Freejack o Asesino virtual o m�s logradas como Hardware, D�as extra�os o eXistenZ, el ciberpunk parece estar dominar el cine de ciencia ficci�n reciente. The Matrix es, desde luego, la pel�cula ciberpunk definitiva.

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