O su anagrama, El código Da Vinci. Que es la peor novela que leí en mi vida. Lejos. La versión estrenada la semana pasada en los cines no es la peor película que vi -lo que no quiere decir que sea menos bochornosa que la novela, sólo que estuve en contacto con más películas malas que libros malos- pero también tiene una singularidad: es una de las peores adaptaciones de una novela a la pantalla. Que el material de origen tuviera tantos agujeros y tal fragilidad lógica (en particular para un libro centrado en la racionalidad de sus protagonistas y en su capacidad para resolver enigmas, aunque tomados, los más complejos, de la página de juegos del Billiken), debió haber sido una ayuda. No hubiera costado casi nada, a un guionista apenas pasable, corregir todas las tonterías argumentales de Dan Brown, arreglar los diálogos imposibles y suprimir las 30 o 40 escenas que el libro tiene de más por reiterativas, circulares o endebles. Pero la novela fue un éxito tan grande y el autor debe haber llegado a la mesa de negociaciones con tanto poder que evidentemente se decidió dejar todo tal cual. Eso o Akiva Goldsman es un guionista mucho más incompetente de lo que todas sus películas hasta ahora -no hay una buena, la mejor es Yo, Robot- habían demostrado.
El comienzo del libro/film es irremontable y anticipa todos los problemas que vendrán. ¿Por qué seguí leyendo, entonces? Porque es un libro que te adula. El gancho del libro no pasa sólo por la calculada estrategia de complacencia al lector que consiste en que uno resuelve cada enigma cinco párrafos antes que el protagonista y, en consecuencia se siente más inteligente que el personaje más inteligente del libro, sino también porque te hace sentir superior al resto del mundo. Es un libro para gente que nunca leyó un libro o que intentó leer uno y se aburrió. Tiene un cliffhanger, un situación que queda en suspenso, cada dos párrafos (“y entonces Langdon vio algo terrible” y no te dice que es eso terrible hasta seis páginas después, cuando te enteras que lo terrible son las ideas que tiene Dan Brown no lo que vio el personaje, que era una estupidez). No plantea ninguna dificultad a la lectura: se lee rápido y sin barrera alguna, casi como ver tele. Si nada esto te captura, porque sos una persona que lee y reconoces esos mecanismos burdos, entonces, al leer te preguntas “¿cómo puede ser que haya millones de idiotas que no se dan cuenta de la bosta que es esto?” y ese sentimiento, para alguien de cierta veleidad intelectual como yo, es gratificante. Y seguis solo para seguir sintiendote superior y confirmando, página a página, como todos fueron estafados. Claro que solo te das cuenta de eso después de haber pagado tu ejemplar.
El inicio prometido: El curador del Louvre corre por los pasillos desiertos del museo a la medianoche. Lo persigue una figura tenebrosa y renga. Esa dificultad para desplazarse no le impide alcanzar al curador que corre. Cuando se ve acorralado, el hombre descuelga uno de los cuadros de las paredes, acción que dispara el sistema de alarma del museo y acciona rejas que aíslan las salas. El acosador queda de un lado de la reja, su presa de otro. Por entre los barrotes pasa un arma, le dispara en el estómago al curador y se va. ¿Por qué no lo remata? (La película no da explicación. En la novela es para que la víctima sufra antes de morir ¡?!). La razón es, claro, porque Brown necesita que el personaje quede a solas en el museo durante un rato para plantar todos los enigmas en los cuadros de Leonardo. Este hombre, con una herida en el vientre, tiene tiempo para desplazarse por varias salas, visitar tres cuadros, escribir otros tantos anagramas, desnudarse, pintar el suelo con su sangre y disponerse para morir en la posición del hombre de Vitrubio. En la novela se dice que son unos veinte minutos, si no me acuerdo mal. ¡Es decir que si se descuelga un Leonardo en el Louvre pasa casi media hora hasta que aparece alguien a ver que sucede! Es un ejemplo perfecto de una situación mal concebida. Y esa es solo la primera escena. Cuando los protagonistas (una criptógrafa y un experto en simbología) se preguntan si un texto será arameo, sánscrito o alguna lengua inventada para descubrir diez paginas después (y nueve paginas mas tarde que el lector) que es inglés (o castellano en la traduccion) escrito de atrás para adelante, ya pensas que no es coincidencia que “down” pueda ser parte de un anagrama de Dan Brown.
Pero volviendo a la película: no aprovecha, como decía antes, que el libro hace tan fácil la tarea de mejorarlo sino que reproduce todos sus dislates y agrega problemas elementales de la adaptación que no supo resolver. Como quiere meter todas las explicaciones y las argumentaciones “interesantes” de libro (el santo grial no es un cáliz sino una mujer, etc) tiene larguísimas parrafadas en off duplicadas por la imágenes. Tom Hank dice en off “los templarios cuidaron el cadáver de Maria Magdalena” o algo asi y se ve a un caballero templario arrodillándose frente a la tumba de Maria Magdalena. La redundancia y la lentitud son problemas que la película encontró sin necesidad de que existan en el libro.
Pero hay problemas mayores. Una adaptación de un medio a otro no tiene porque ser fiel a nada, siempre y cuando funcione por mérito propio. Pero si elige ser fiel a algo, debería serlo a aquello que resulta más significativo de lo que se pretende adaptar. Eso dependerá de la fuente. Por eso se dice que hay textos infilmables, que son aquellos en los que lo más significativo pasa por el trabajo con el lenguaje. En el caso de la novela de Dan Brown, hay una estructura de acumulación de enigmas que la película reproduce mal y un conjunto de ideas que la película traiciona. No sólo es una mala adaptación. Es una adaptación que dice lo contrario que dice el libro.
En medio de su trama de enigmas, la novela argumenta que la iglesia se ocupó de borrar lo femenino de la historia occidental. Que la doctrina de Jesus fue continuada por Maria Magdalena (cuya sangre, o linaje, es el santo grial), a quien, con mentiras, falacias, etc. la iglesia se ocupo de silenciar y denigrar. Los protagonistas son dos: Robert Langdon, experto en simbologia, y Sophie Neveu, criptóloga y nieta del curador asesinado. En el libro, que la mujer sea experta en criptologia sirve para que ayude a resolver varios de los enigmas. En la película, en cambio, no sirve de nada ya que ni una sola vez utiliza su profesión. Como Tom Hanks es la estrella, tiene que ser quien lleve adelante el relato: es él quien soluciona todo. El único rol del personaje femenino es hacer las preguntas idiotas que haría quien los realizadores imaginan como un espectador medio: “¿pero... qué es el opus dei?” (sic). Esta mujer no tiene otra funcion que dar pie a los dialogos explicativos de Tom Hanks, carece de importancia, de voz, de punto de vista, de peso narrativo. Es decir, la adaptación borro al personaje femenino del El Codigo Da Vinci, lo convirtio en una funcion menor del relato, para dar mayor protagonismo a su estrella masculina. Esto no es algo tangencial, es muy notorio. Tom Hanks hace, resuelve, descubre. La momia Audrie Tatou es un testigo pasivo ya que, en una película hecha por un estudio con megaestrellas, los avances narrativos deben caer en la figura más importante del cast. Si la novela tenía la intensión de ofrecer una reivindicación de la femineidad al hacer que el hijo de Jesus sea una mujer (ops, conté el final: Sophie es la heredera del linaje de Jesus), la estructura de la película la erradica, reduciendo al personaje femenino una imbecil que hace preguntas de iletrado y, en el mejor de los casos, a un resorte para el lucimiento de su estrella. No es que la novela fuera un tratado de pos feminismo digno de Judith Butler, pero por lo menos había cierta coherencia entre su forma y sus intensiones manifiestas dada por una mayor generosidad con su personaje femenino. La película, en cambio, se encarga hasta de destruir eso.
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