Durante mis años en la cárcel de mínima seguridad del diario Olé, padecí bastantes afrentas de los periodistas deportivos. Eran de las del tipo que le hacen sufrir al nuevo del barrio los muchachones cuando le agarran los lentes y se los pisan.
Francamente, creo que no existe otro gremio -cuando se trata de un periodista deportivo en estado puro- más retrógrado que ese. Los periodistas deportivos puros (es decir, los que no tienen ningún tipo de cruza con nada que no sea del mundo deportivo) son como Rafael Nadal. Por lo cual, es muy difícil ganarles.
Suelen despertarse con la voz de Niembro o Marcelo Palacios -de acuerdo a la radio que escuchen- y llegan a la redacción bien temprano, frescos como una lechuguita, para florearse con su inusitada información y su notable sentido para encontrarle "el foco" a una nota.
Los periodistas deportivos puros no pueden entender que alguien pida un franco porque quiere salir con un novio, una novia o mirar una película, si esa noche o tarde hay un partido "que hay que ver". Los periodistas deportivos puros están siempre atentos al más mínimo error (de tipo táctico, técnico o de foco) que pueda producir un neófito. El periodista deportivo puro suele reivindicar el aguante, como el barrabrava de la hinchada: desde su punto de vista, un gran periodista es el que se carga más páginas, el que va a los entrenamientos bien temprano y el que es el último en salir de la redacción y apaga la luz.
Los periodistas deportivos puros suelen tener cierta vergüenza por su falta de cultura en general y , a veces, como en el caso de Fantino, se anotan para estudiar sociología y terminan diciendo en el medio de un partido "como dice Mao Tse Tang” como si se tratara de una propaganda de jugo de naranja y no del líder de la revolución cultural.
Había una publicidad que, creo, era del último Mundial -pero también puede ser del anterior (los periosdistas deportivos puros me destrozarían por esta imprecisión)- que decía: "Gol, gol, gol en tu cabeza hay un gol". Bueno, eso es lo que repica día y noche, aún cuando esté sentado en un inodoro, en el cerebro de un periodista deportivo puro.
Los periodistas deportivos puros le ponen a sus hijos el nombre de un jugador de fútbol y si tienen máscotas hacen lo mismo. Lo importante es que no se salga del Conjunto Deportivo, como decía la profesora de matemática. Por pereza, como se puede apreciar mirando TV, los periodistas deportivos puros suelen usar los sobrenombres que ya se usaron. De esta manera, el Ratón Ayala que jugó en el CASLA en los setenta le da su nickname al Ratón Ayala que hoy juega en la Selección. El Kun, un sobrenonbre buenísimo, se le debe al abuelo de Agüero y no a un periodista deportivo...
Muchos jugadores serán periodistas deportivos cuando envejezcan. Pero nunca podrán ser periodistas deportivos puros porque eso se nace. Los periodistas deportivos puros no padecen de ilusión óptica, padecen de ilusión óntica. Para los periodistas deportivos puros el mundo no está dividido entre Oriente y Occidente, si no entre Menotti y Bilardo. Bielsa, para alguno de ellos, fue una opción interesante, como lo fue el peronismo en su momento contra yankis y marxistas.
Pocas cosas espera en la vida un periodista deportivo puro que no sea un Mundial. Las redacciones se convierten en una guerra de guerrillas cuando se está armando el equipo que va a ir a cubrir la Copa del Mundo. Creo que Pol Pot es un bebé de pecho al lado de algunos sanguinarios que conozco a la hora de cargarse un compañero. Por suerte, como en todas las cosas, el guionista suele dejar una manija de la que agarrarse para no resbalar en el infierno: hay, entre los periodistas deportivos puros, periodistas deportivos impuros. Esos son los imprescindibles.
Hermoso! (te lo dice un periodista deportivo)
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