El tema de si se le debió entregar el Balón de Oro o no a Zinedine Zidane sigue dando tela para cortar. Hace unos días leí en un diario una sesuda nota de Claudio Tamburrini, quien se acreditaba como filósofo del deporte. La nota me dejó perplejo por varios motivos: primero, porque me confirmó la sospecha de que a veces la educación especializada no sirve para nada. ¿Qué planteaba Tamburrini? Primero se preguntaba si Zidane había hecho suficiente mérito como apara recibir el Balón de Oro de la FIFA. En la nota concluía que no, ya que, decía, "en mi opinión la reacción de Zidane denota la ausencia de ciertas virtudes fundamentales en un deportista".
Después citaba a Aristóteles y su bendita Etica, donde el filósofo helénico dice que "el ciudadano virtuoso debe encontrar el justo equilibrio entre dos estados deficientes, el punto medio entre la ira y la indolencia". Tamburrini remataba: "Zidane ha demostrado con su reacción carecer de esa excelencia de carácter que nos permite reaccionar ante afrentas humillantes mostrando tranquilidad de espíritu".
También, sobre el final de la nota, Tamburrini remarcaba que el hecho de que Zidane no le haya pegado el cabezazo en la cara al italiano lo complicaba aún más: "Aparentemente no intentó lastimarlo, pero no quiso dejar de hacer notar que no estaba dispuesto a tolerar ese tipo de afrentas. En un sentido, la elección de una forma de agresión más leve habla a favor de Zidane. Pero en otro sentido lo condena aún más, porque demuestra que, lejos de reaccionar instintivamente a una provocación, estaba en condiciones de controlar sus reacciones". Al final de la nota, Tamburrini propone quitarle el Balón de Oro a Zidane y dárselo a Cannavaro, por su actuación sobresaliente en la última línea de Italia.
Vamos de a una y al ras del piso. Por un lado no hay que olvidar que el filósofo (Aristóteles) que pedía esa excelencia de carácter vivía en una sociedad (al igual que la nuestra) que permitía la esclavitud humana. Por otra parte, llama la atención que alguien que se rige por tan nobles propósitos morales cuando hace una análisis (Tamburrini) pueda estar de acuerdo con un premio pedorro que entrega FIFA como lo es el del Balón de Oro ¿A quién carajo le importa el Balón de Oro? ¿Quién puede tomar en serio un premio como El Balón de Oro?
Segundo: el cabezazo de Zidane fue notable por muchos motivos (y quizás ya forma parte de una de las grandes escenas del Mundial, como cualquier jugada maravillosa). Lo que primero llamó la atención es que no fue un golpe artero, de esos que se pegan y que enseguida se disimulan para que el árbitro no lo pueda ver. No, Zid Vicious se tomó su tiempo, pegó en el pecho y se quedó mirando al jugador italiano cuando éste estaba en el piso, como reafirmando su actitud.
Zidane no salió del lugar del hecho, no le dio vergüenza ni lo turbó, estaba haciendo lo que quería hacer en ese momento. ¿La magnitud del insulto? No creo que eso haya sido tan importante. Lo que creo que se refleja en ese golpe es la sensación de que a veces, aunque uno juegue mejor y con hidalguía, no es suficiente para superar a una máquina aceitada que juega, básicamente a no perder, como lo hizo Italia.
Esa impotencia es un poco la madre de ese cabezazo en el pecho. Lo que Zidane le enseñó al mundo fue que era, básicamente, un ser humano. Y no un fantoche que anda por ahí haciendo propagandas para que la juventud no se drogue. También mostró, a lo largo del torneo, que es un extraordinario jugador que tiene el plus de aparecer cuando se lo necesita. Como los gladiadores romanos, puede decir, cuando entra a la cancha: ¡Firmes y dignos!
Y, como diría Chilavert, aparte otra cosa: quedó claro que si Zidane se hubiera regido por la lógica, seguro no hubiera metido ese cabezazo, pero posiblemente tampoco hubiera hecho muchas de las jugadas más gloriosas de este Mundial. No, si hubiera seguido la lógica, hubiera hecho lo que hizo Abbandonancieri, quién sopesó que, golpeado como estaba, era mejor para Argentina bajarse del arco para no perjudicar al equipo. Y terminó siendo todo lo contrario. Zidane, como jugador, es lo que es precisamente porque no hace las cosas que se esperan que haga. Como ese hermoso cabezazo pegado justo en ese lugar donde muchos otros jugadores necesitan una bolsa de agua caliente.
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