"Acá ha estado el Diablo, todavía queda olor a azufre", dice Hugo Chávez, el actor cómico que gobierna Venezuela. Y arremete: "Lean a Chomsky, él explica mejor que nadie al gobierno del Diablo". El Diablo es Bush. Chávez está hablando en la Naciones Unidas y sus palabras producen un escándalo y repiquetean en los medios del mundo.
Al otro día, el libro de Chomsky entra en la lista de best sellers. Michael Moore también está en una cruzada contra Bush, al igual que, se supone, Bin Laden. En su última película, pedagógica y llena de golpes bajos, se acusa al presidente de Estados Unidos de ser la encarnación del terrorismo de estado.
Hay un disco editado por FM La Tribu que se llama "A Bush no le va a gustar". Está compuesto por canciones y poemas con "mensajes". Yo lo titularía "A Bush no le va a importar"...
La demonización de George W. Bush parece excluir de alguna responsabilidad a los miles de americanos que han caído bajo el poder sobrenatural del mal. Parece que es una entidad metafísica que habita la Casa Blanca... Pero hay algo peor: cuando lo escucho a Chávez hablar del Diablo, presiento una oscura funcionalidad para con el monarca americano, ese tipo de relación que tenían los luchadores de Titanes en el Ring que fingían detestarse -el Caballero Rojo vs. Tufí Memet, por ejemplo- para lograr mejor la comedia del catch. Pero no eran enemigos. Estaban trabajando de enemigos.
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