Hace poco discutíamos en una sobremesa de amigos sobre determinados periodistas. Yo me confesé admirador de las columnas de Oscar Raúl Cardoso. Me gusta su manera de escribir (precisa, amena, siempre en función de una idea), mezclada con su background cultural del que no suele hacer ostentación. A esto hay que sumarle que, como Cardoso escribe en un medio poderoso, siempre hay que saber que sólo estamos leyendo una parte de todo lo que puede pensar. Es como leer a un escritor en una traducción sin poder cotejar con el original.
Teniendo en cuenta todas estas cosas, Cardoso me resulta un periodista interesante. Me hubiese gustado escucharlo también en las sobremesas. Cuento estas cosas porque hace unos días leí un artículo suyo sobre el juicio a Saddam Hussein que empezaba así: "La grandeza real de los procesos de Nüremberg no estuvo en las condenas que distribuyó entre los jerarcas de régimen nazi que habían sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera en las dos sentencias a muerte que impuso -se cumplieron diez de ellas el 16 de octubre de 1946-, sino en la inmensa lección moral que dejaron, transparente, para la historia. Y, sobre todo, en los precedentes jurídicos que crearon y que fueron asimilándose, a veces con dificultad otras con exasperante lentitud, al derecho internacional público".
Creo que no es necesario oponer el tribunal que condenó a Saddam con el de Nüremberg para demostrar que el proceso judicial iraquí era una calamidad. Yo confío más en Julio Grondona y el tribunal de AFA. Pero lo que me parece inquietante es que consideremos un triunfo moral a un juicio (Nüremberg) que determina que diez personas sean condenadas a muerte. Es en esos momentos en que siempre me viene a la mente un aforismo de E. M. Cioran que dice algo así como que "los opresores y los oprimidos están construídos con el mismo barro".
En el momento en que uno decide matar a alguien, por más paraguas jurídico en que se escude, se convierte en un criminal. Los juicios de Nüremberg, por el contrario, no son un mojón moral -aunque alguien podría decir "mejor eso, antes que nada"-, sino una involución, ya que se legaliza la guerra. ¿Qué es eso de los criminales de guerra? ¿Cómo puede ser que en algo tan demencial como la guerra haya algún tipo de "regla"? ¿Por qué los que juzgan a los genocidas terminan matando?
Ahora acaba de salir a la venta en EE.UU. un muñequito de Saddam Hussein ahorcado. Parece que se va a vender mucho. A algunas personas esto les parece una cosa demencial. Claro que no es así para el dueño de la empresa que los fabrica: "Soy un hombre de negocios y esto se va a vender mucho. Es lo único que me importa", dijo. Estoy pensando en algunas personas que conozco a los que seguramente les gustaría tener en su casa estos muñecos del ex presidente iraquí. Así va el mundo.
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