María Antonieta pasó a la historia como el ejemplo más acabado de la frivolidad, la ignorancia, la autocomplacencia, la insensibilidad, y la existencia parasitaria de la monarquía. El broche de oro de este retrato es su famosa boutade “que coman torta” (en respuesta al reclamo de que el pueblo no tenía pan). Sin embargo, más o menos recientemente, algunos biógrafos intentaron un saneamiento de su figura: la esposa de Luis XVI habría tenido cierto carácter que salió a relucir tras la muerte de su hijo Luis José y, en particular, sobre el final de su reinado, cuando permaneció confinada en el palacio de Tullerías. Además, parece que nunca dijo eso de la torta. El film de Sofia Coppola (basado en La Ultima Reina, una nueva biografía revisionista escrita por Antonia Fraser, la mujer de Harold Pinter), de hecho muestra a la caprichosa monarca bajo una luz muy favorable, tanto que acaso sea la primera película que, al narrar sucesos de la Revolución Francesa, pone su simpatía del lado de la monarquía.
Como la protagonista de Perdidos en Tokio (2003), esta María Antonieta es una mujer joven que fue arrastrada a un lugar al que no pertenece para luego ser ignorada por su marido y retenida en una cárcel de cristal. Coppola jamás abandona el punto de vista de su protagonista, quien está en todas las escenas. Claramente, la hija preferida del director de El Padrino, se interesa mucho por estas mujeres solitarias, consentidas, frívolas e indolentes. Lo curioso, entonces, es que tenga tan poco que decir acerca de ellas. La historia decadente de Maria Antonieta se muestra aquí como un cuento de hadas para niñas soñadoras y malcriadas, en el que se saltan las partes feas (no hay prisión, ni guillotina para esta reina) pero se cuentan profusamente las otras: los vestidos, las golosinas y las fiestas. Para Coppola hija, Maria Antonieta es Barbie en el siglo XVIII y esta película es su onerosa forma de jugar con ella: la pasea con un vestido y con otro, le cambia los peinados, le prueba infinitos pares de zapatos. Lástima que nos fuerza a ser testigos de este juego. Acaso como la cabeza de su directora (quien, antes de hacer películas fue, por un rato, fotógrafa y diseñadora de moda), la película está vacía de cualquier idea que no tenga que ver con el estilo: no nos revela nada acerca de su personaje o de su época y menos aun, acerca de nosotros o de nuestra época. Las heroínas desganadas, letárgicas, desorientadas e inconstantes de Sofia Coppola, que viven en un mundo de privilegio desconectadas de cualquier otro y cuyos sentimientos más poderosos son el ennui y la insatisfacción son un autorretrato. Para hacer películas, Coppola se conforma con mirarse a sí misma. Su problema es que lo mas interesante que había allí ya lo uso en su película anterior.
La banda sonora incluye a Gang of Four, New Order, The Cure, Bow Wow Wow y a artistas más contemporáneos como The Radio Dept, Air o Aphex Twin (ademas, una irreconocible Marianne Faithfull interpreta a la reina Maria Teresa de Austria). Pero el anacronismo se queda allí. Es sólo un guiño de entendidos, un gesto cool. Obvio.
Versión de una nota publicada de Rolling Stone.
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