martes, febrero 03, 2009

Waiting for the Mundial, by Fabián Casas

En los cines están dando una película y los críticos le están dando a la película. El nombre original es "Revolutionary Road", pero acá aparece bajo el título de "Sólo un sueño". Vuelven a trabajar juntos, después de un largo tiempo, Leonardo Di Caprio y Kate Winslet. Es la historia de una pareja que se hace trizas. Pareciera decirnos que si Di Caprio no hubiera muerto en los mares helados donde cayó el Titanic, jamás hubiera soportado la condena de la convivencia con la joven que en ese entonces encarnaba Winslet y que le soltaba la mano mientras Leonardo descendía hacia el fondo del mar. Aunque la película no es buena, hay algo que nos perturba cuando la vemos. Quizá ese algo -conjeturo- sea la esencia que destila el texto de la extraordinaria novela de Richard Yates en la que está basado el film. Una pareja puede ser un infierno. Lo decía Tolstoi: "El hambre y la guerra son terribles, pero la peor tragedia es la de la alcoba". Así que una pareja puede ser un infierno y puede estar condenada al esquema de la repetición. Es decir, se inicia una discusión, se persiste en ella subiendo los decibeles -siempre las mismas cosas, las mismas afrentas, hasta las mismas maneras de sostener el crescendo- hasta que, como en una tragedia griega, se logra una catarsis momentánea. Ya que hay que volver a empezar rápido, como en la canción de Lerner. Lo mismo le pasa a San Lorenzo de Almagro. Es probable que tenga uno de los mejores planteles del fútbol local. Pero, por algún motivo que no se puede desentrañar, ese plantel está enojado. No sólo está enojado, está paranoico. Supone -el plantel- que alguien le hace algo. Lee la realidad como una fiesta de símbolos que le confirman sus más oscuras paranoias: la AFA los quiere perjudicar, Falcao es Gollum, el demonio de dos caras, Boca compró a todos los árbitros, etc., etc. Con lo cual los hinchas que vamos a la cancha para verlos jugar, tenemos que tratarlos como a esos primos impresionables, hipersensibles que se enojan por nada. Gonzalo Bergessio, por ejemplo, parece Néstor Kirchner. Un tipo siempre al filo de salirse de caja, que no soporta una voz de disenso y que sólo acepta la realidad si esa realidad está guionada para su conveniencia. Así lo echaron contra Boca en la final del otro campeonato y ahora también se fue rápido a las duchas en los torneos de verano. Y parece que, como en las peleas de pareja, va a seguir repitiendo este número una y otra vez. Orion, Méndez y Bottineli están en una misma sintonía cada vez que juegan con River. Hay que matar a Falcao, como si fueran personajes del catch donde unos hacen de buenos y otros de malos. Lo cierto es que Falcao le saca un gran provecho a la situación. Mete goles para su equipo. Méndez, Botinelli y Orión parecen más preocupados por una cuestión personal, por demostrar un poder que por jugar para la gente. Por eso se convierten en esclavos. Un amo de verdad no tiene que demostrar nada, no tiene que representar su poder, es el señor 0. Hace su trabajo y listo. Ahora empieza un nuevo campeonato y otra vez la bendita Copa Libertadores. Ojalá alguien les dijera: "olvídense de ustedes, jueguen por placer, sepan que el adversario es alguien necesario al que se debe honrar. Metan goles. Hagan molinete. Ríanse. Que la vida es corta y el Clausura aún más".

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