Mucho más que en ponerle un eslabón más a la cadena de películas -que se hicieron desde el mismo año de la revolución- sobre el Che Guevara, una lenta edificación de un héroe humano en busca de la perfección, Steven Soderberg construyó, en esa supercinta de cuatro horas -dividida en dos partes-, al último Che.
"Che-Guerrilla" es un film distinto a su precedente, "Che, el argentino", que tiene una mirada autorreferencial del mito, nutrida, aunque bien relatada, de acero, de una sinceridad a prueba de balas y de una seducción provista por el actor (Guevara y Del Toro, como dice Peri Decuzzi, Brad Pitt en rubio).
El montaje de la primera parte abarca el derrotero de la lucha armada en Cuba -la revolución misma-, y su correlato es el liderazgo del Che en la asamblea de la ONU, presidiendo la delegación cubana. Vale aclarar, estas partes siempre en blanco y negro, como el registro testimonial (el-do-cu-men-to) de que el hecho que se está contando, la revolución, tuvo su éxito. Que ese hombre que luchó tuvo su premio.
La segunda parte del film es una experiencia cinematográfica vital, aunque sabemos que acá el personaje principal palma. Soderbergh aprovecha de otra manera el ambiente de selva con respecto a la primera parte. Puede decirse que la primera parte es realista y la segunda es naturalista. Aunque el naturalismo pueda ser una variante extrema del realismo, sí, hay una diferencia clave entre ambos. Mientras el realismo interroga la causalidad social de los conflictos (con resolución o no), el naturalismo remite a la determinación biológica contra la que la lucha del hombre se hace inútil. El film no es un whodunit (la resolución de un enigma, en este caso relacionado a las traiciones que padeció el Che y lo llevaron al cadalso); no es necesario meterse en la complejidad de ninguna red de conspiración, por eso la pantalla vibra con el agua, con el cantar de los pájaros, con un verde que recuerda al bosque en el que Gus Van Sant metió a Cobain en "Lasts Days", el biopic, mejor dicho el antibiopic, del líder de Nirvana. En el final muere la cámara (¡¿Soderbergh se parece a Shohei Imamura?!) Y así se va, si se hace justicia cinematográfica, el último Che de la historia del cine.
P/D: estaba viendo en las carteleras que este es un film ATP, como UP, una aventura de altura. Todo Pixar me tiene un poco harto con sus moralejas bastardas, ya está, dejemos de joder, "Wall-E" en los próximos veinte años será más cuestionado que Jonás Gutiérrez. Formemos nuevos cinéfilos que cuando tengan treinta años cuenten: "mi viejo me quería llevar a ver UP, pero no había entradas y nos metimos en la del Che, que era ATP Creíamos que era una de guerra. Pero no, era de la vida. Cuando terminó nos fuimos abrazados y ahí empecé a amar el cine".
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