lunes, julio 05, 2004

Outer Limits

HERNAN dice> Director's cut de una nota aparecida en LA MANO.

?No sucede nada malo con su aparato de televisi�n. No intente ajustar la sinton�a. Nosotros controlamos la transmisi�n?? Estas palabras, mil veces citadas y parodiadas, que abren cada nuevo episodio de Rumbo a lo desconocido (The Outer Limits), dejan tempranamente en claro que, como insectos en la telara�a, los espectadores seremos v�ctimas indefensas de las fuerzas extra�as que desfilar�n por la pantalla durante la siguiente hora. Un televidente actual, curtido en el fino arte de la distancia ir�nica, no se dejar� atrapar y ver� con humor y hasta cierto desd�n esa fiesta descontrolada de carne alien�gena hecha de trapo y pintura que son los insensatos monstruos del programa. Pero para un espectador de otra era, nosotros mismos hace quince, veinte o m�s a�os, cuando incluso los adultos eran m�s j�venes e inocentes, la amenaza era mucho m�s palpable y esta serie pod�a ser una f�brica de pesadillas para toda la vida.
Y no s�lo los monstruos ten�an la inquietante capacidad de atravesar como si nada la barreras de nuestra conciencia. Las deprimentes visiones del futuro, las historias negras y los finales casi siempre amargu�simos dejaron una huella profunda en los primeros espectadores de la serie -y acaso puedan seguir logrando lo mismo con los actuales. La prueba de ello es que en muchos de los grandes momentos de la cultura popular de los �ltimos a�os, sobre todo en aquellas obras ligadas al g�nero fant�stico, es posible rastrear la presencia ostensible de ideas originadas en Rumbo a lo desconocido.
El tercer cap�tulo y uno de los m�s perturbadores (se trata de unitarios, no hay continuidad alguna entre episodios), llamado Los Arquitectos del miedo, relata el intento de un grupo de intelectuales de lograr la paz mundial uniendo a toda la raza humana ante un enemigo com�n: una invasi�n extraterrestre. Uno de ellos es seleccionado para convertirse en ese enemigo: mediante terribles procedimientos quir�rgicos y qu�micos su cuerpo es transformado en el de un monstruoso anfibio, la avanzada y la prueba irrefutable de la invasi�n. Exactamente la misma idea, fiel palabra por palabra, aparece en el episodio central de Watchmen, quiz�s el mejor comic de superh�roes alguna vez publicado, escrito por Alan Moore, quien recibi� un premio Hugo, nunca antes entregado a un historietista, por ese trabajo. La aparici�n de una historia tomada de Rumbo a lo desconocido 25 a�os despu�s y en medio de la obra maestra de Moore nos habla, m�s que de plagio o de pereza del escritor, del impacto y el efecto perdurable de las ideas de la serie en sus primeros espectadores -en 1964 Moore era un adolescente.
James Cameron guionista y director de Terminator, la saga de ciencia ficci�n m�s exitosa de los �ltimos a�os, que tambi�n era un adolescente en 1964, calc� no s�lo el argumento sino tambi�n algunas im�genes de su pel�cula del episodio Soldado, escrito por el novelista Harlan Ellison, que relata la llegada a nuestra �poca de un guerrero del futuro, una especie de robot humano, hipercondicionado para matar. El parecido entre el cap�tulo y la pel�cula es tal que la justicia norteamericana oblig� a Cameron a agregar la leyenda ?inspirado en un gui�n original de H. Ellison? a los t�tulos de su film, tras una demanda del escritor.
Si bien es en estas apropiaciones donde mejor se ve el poder de las ideas de la serie, �ste permanece visible a�n hoy en algunos episodios originales. Demonio con una mano de cristal es la otra entrega escrita por Ellison y el mejor cap�tulo de la tira. Su argumento es complejo a�n con est�ndares actuales: en el siglo XXX, durante una invasi�n extraterrestre, toda la raza humana desapareci� sin dejar rastro luego de lanzar una plaga que terminar�a con el invasor. Trent es un habitante del futuro que llega a nuestra era sin recuerdos aunque con una misi�n: mantenerse a salvo de los alien�genas que lo persiguen y recuperar los m�dulos de memoria de la supercomputadora implantada en su brazo con la forma de una mano de cristal -que tiene la clave de su identidad y del paradero del g�nero humano. �Por qu� Trent no tiene recuerdos? �D�nde est�n los 70 mil millones de habitantes del siglo XXX? �C�mo har� Trent para volver a su �poca si la puerta del tiempo funciona s�lo en una direcci�n? Todas estas preguntas se resuelven del modo m�s sorprendente, incluso para un espectador actual.
El tiempo no siempre desgasta, a veces renueva. La aparici�n y el culto al llamado cine bizarro, por ejemplo, hace que muchos episodios puedan ser visto hoy bajo esta luz, aunque ello implica la perdida del componente siniestro original y su reemplazo por una iron�a f�cil, la de re�rse de los disfraces absurdos o los monstruos que semejan penes o excrementos (la serie es una fiesta para los psicoanalistas).
Y aunque tambi�n puede ser vista como se ve hoy el cine fant�stico de clase B de los 50 y 60: en clave de met�fora pol�tica (los grotescos monstruos representan al ?otro? pol�tico: el comunista que amenaza el modo de vida occidental), The Outer Limits se resiste a esta lectura, sus horrores parecen m�s arraigados en temores mucho m�s persistentes y profundos que una contingencia pol�tica: los que provienen del inconciente.
Uno de los episodios m�s extra�os, cuya rareza se mantiene inc�lume, No abrir hasta el d�a del juicio final, explota una acumulaci�n de tensiones sexuales y deseos insatisfechos en una trama que parece salir de la improbable pluma conjunta de F. Scott Fitzgerald y H.P. Lovecraft: una flapper de los a�os 20 pierde a su marido en la noche de bodas cuando es capturado por un monstruo de otra dimensi�n: �un coitus interruptus a escala c�smica! El alien�gena (un ser de un solo ojo y forma de, ejem, longaniza) tampoco encuentra satisfacci�n a su deseo que es destruir el universo, de modo que decide terminar con su vida. A la incoherencia general, hay que sumar una serie de canciones escritas especialmente para el episodio.
Este tono de gran gui�ol fue otorgado a la serie por su creador, Leslie Stevens, un productor y guionista que a los 25 a�os ya ten�a varios proyectos cuanto menos preocupantes en su haber como un libro acerca de la ?transformaci�n electr�nica? de la sociedad y un film completamente hablando en esperanto. El guionista principal fue Joseph Stefano, quien hab�a sido guionista de Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock. Otros nombres reconocidos involucrados fueron los novelistas Cliffod Simak y Jerry Sohl y las futuras estrellas Robert Culp, Martin Landau, Donald Pleasence, David MacCallum, William Shatner y Bruce Dern.
En Realmente fant�stico, un ensayo reciente sobre el g�nero, el novelista Marcelo Cohen afirma que la ciencia ficci�n envejece, se vence, no s�lo por el progreso de la t�cnica, sino tambi�n porque las visiones del futuro suelen ser prolongaciones del presente y pasan de moda. Es cierto que las visiones siniestras de Rumbo a lo desconocido, esas gelatinas con tent�culos y dos piernas, esos reptiles monoculares con tenazas de cangrejo, esos monstruos que, por contrato deb�an aparecen antes de la mitad de cada episodio, hoy, est�n vencidos, no pueden alarmar a nadie y corren a la serie al terreno de lo bizarro. Sin embargo, es dif�cil decir lo mismo de las ideas expuestas. La noci�n de un universo donde el sentido y la moralidad son escurridizos, la voluntad temeraria de enfrentarse cara a cara con lo irrepresentable (que toma la forma del monstruo) son caracter�sticas que la mantienen con la cabeza fuera del agua. Lo que envejece primero, siempre, es la forma de representaci�n, pero en la mejor ciencia ficci�n, los conceptos permanecen frescos mucho m�s tiempo. El dise�o y hasta las rupturas formales pueden pasar de moda, pero el g�nero se trata, b�sicamente, de rupturas conceptuales, de enfrentarnos con lo que no puede ser visto, pensado, imaginado, con el ?otro? en el sentido m�s radical. En sus mejores momentos, Rumbo a lo desconocido va tras ello y, si nos permitimos mirar m�s all� de los problemas de producci�n, de las limitaciones t�cnicas, de la narrativa enclenque veremos que, a veces, a�n hoy, lo consigue.

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