Cuando era chico me iniciaron en la f�bula de Jes�s. Desde entonces, cuando veo una pel�cula o leo un relato, noto que me emocionan particularmente las escenas de conversi�n. Jes�s, un tipo que se fue al desierto durante cuarenta d�as y trajo de ah� un slogan imbatible: ?Los que crean en m�, no morir�n?. Cuando veo la pel�cula de Zeffirelli sobre Cristo y veo a Powell entrando en la sinagoga para leer el libro sagrado y decir que las escrituras se han cumplido, que �l es el Elegido (y frente a esto recibir el abucheo de toda la sinagoga como si fuera un �rbitro escap�ndose de los hinchas), no puedo evitarlo: lloro a raudales. Y me pasa lo mismo cuando, bajo la ducha de la c�rcel y con su pelo todav�a rojo, Denzel Washington se convierte en Malcom X porque lo convence el rap de un pelado letal que dice que hay que cambiar la vida. O cuando los de La Pandilla Salvaje salen del prost�bulo y van rumbo a la muerte por defender a uno de ellos. O con Lucke Skywalker dici�ndole a Darth Vader: ?Padre, siento el conflicto dentro de ti?. O cuando Paul Newman ?en La leyenda del indomable- se hace el logi sumiso para despu�s escapar de la prisi�n demencial. O con el Che, reci�n desembarcado en suelo cubano, bajo las balas de Batista, eligiendo si agarra el fusil o la mochila con los medicamentos . O como este �ltimo domingo, en F�tbol de Primera, cuando percib� que el Pocho Ins�a estaba teniendo un conversi�n en plena cancha. E iba a dejar se ser el pecho fr�o talentoso al que le falta siempre un centavo para el peso, para convertirse en el Jefe de M�quinas del Infierno y arrasar a Boca.
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