martes, diciembre 14, 2004

Plaza S�samo y la Progres�a Federal, by Fabian Casas

Ahora dicen que un tal Fabi�n Casas va a presentar un libro no con sus poemas ni sus cr�ticas que alguna vez publicara en el Diario de Poes�a, sino con lo que alguna vez escribi� en la revista El Guardi�n, propiedad de Ra�l Moneta (Barcelona, de Hugo Sigman, tiene un link en Lunes Felices, donde se puede leer completamente la nota; lo recomiendo para entender mejor lo que viene).

Unos d�as antes de que saliera este recuadro, alguien de Barcelona me avis� "que iba a salir algo con muy mala leche". En esa revista trabaja Daniel Riera, un periodista que admiro y quiero por m�ltiples razones que exceden estas breves l�neas y al cual llam� en su momento para contarle lo que me hab�an dicho. Me dijo que no me preocupara (lo que me preocupaba era que alguien que respeto tuviera mala leche conmigo) y que era un chiste m�s de la revista.

Lo que sali� en la revista finalmente me puso, como m�nimo, de mal humor. A mi juicio, el breve recuadro ten�a algunos errores notables: primero, no era gracioso (de �ltima, una tapa de El Guardi�n verdugue�ndome por mis poemas hubiese estado buena), ya que la �nica intenci�n de la nota era mostrarles a algunos hipot�ticos lectores (supongo que diez o quince personas que alguna vez hayan le�do algo m�o) que yo trabaj� para Mefist�feles.

En la correspondencia que sostuve con Riera a posteriori (se consigue en Internet bajo el t�tulo "Fabi�n Casas vs. la Progres�a Federal"), �l me dec�a que s�lo hab�an intentado hacer una broma sobre como, a veces, ?un buen tipo que respetamos tiene que trabajar en un lugar de mierda?.

Segundo: yo nunca escrib� ninguna nota en El Guardi�n. Pero s� hoy soy el Jefe de Redacci�n de El Federal, propiedad, entre otros, de Ra�l Moneta. Bueno, todo esto es maya. Lo que me parece importante es reflexionar sobre la condici�n de la gente que trabaja en los medios. Creo que todo este ruido (Lunes Felices, Barcelona) est� sucediendo en una cabeza de alfiler mientras los poderosos toman decisiones que s� afectan nuestras vidas d�a a d�a.

Por eso, en alg�n momento en este blog se habl� de la micropol�tica. Lo voy a explicar con un ejemplo concreto para que no parezca algo abstracto. A los 30 a�os entr� a trabajar en el diario Clar�n. En uno de esos primeros d�as se me acerc�, en la puerta del diario, un joven que me dio unos volantes gremiales sobre las malas condiciones de trabajo que imperaban en ese lugar. Esa persona que yo no conoc�a, se me dijo, no era una buena compan�a para alguien que empezaba en el gran diario argentino, ya que hab�a tenido un conflicto con la empresa que termin� con su despido.

A�os despu�s, mientras trabajaba en El Gr�fico de Carlos Avila, me encontr� de nuevo con el joven de los panfletos: se llama Pablo Llonto y cambi� mi vida para siempre. Los dos, en esta oportunidad, �ramos Jefe de Edici�n. Llonto ven�a de ser despedido de La Raz�n, de los Spadone, porque hab�a reclamado que pusieran un consultorio m�dico despu�s de la muerte de un periodista que no pudo ser atendido r�pidamente al sufrir un infarto.

Lo que Llonto me ense�� es que trabajamos en el infierno ?yo a veces pienso que la condici�n humana es un infierno-, pero que podemos hacer cosas concretas para que ese lugar se vuelva un poco m�s digno. Tambi�n aprend� que los oprimidos y los opresores a veces est�n construidos con el mismo barro.

Los medios se construyen s�lo para acumular poder. Es una guerra vac�a cuyo �nico pathos es la imposici�n de la voluntad de unos pocos por sobre la de la mayor�a. La matrix trabajando con millares de personas dormidas. Y lo m�s curioso es ver c�mo estos esquemas de poder que instalan los grandes medios se repiten en lugares que, supuestamente, estar�an en contra de ellos.

La mayor�a de los contestarios de las revistas de poco tiraje y los blogs, rebeldes de Villa Gesell, no quieren cambiar las cosas, quieren estar en ese lugar. Estudiamos periodismo en lugares que crearon a los pasantes, conejitos mal pagos para ser explotados en las redacciones de los grandes diarios. Durante mi estad�a en Ol� ?un diario hecho en su gran mayor�a por pasantes- me atorment� la forma en que se los explotaba por poca plata.

Yo form� parte de la m�quina Ol� y soy responsable de eso. Pero tambi�n trat� de defenderlos con los medios que estaban a mi alcance. Cuando voy a escribir una nota contra alguien, la firmo con mi nombre y apellido. Cuando me obligaron a echar gente, renunci� a mi puesto de trabajo. Estoy seguro de que no hubiera hecho todas estas cosas si no hubiera conocido a Pablo Llonto, un hombre que acumula poder personal en el mejor sentido, por que es un Guerrero impecable. Cualidad que sin duda yo no tengo.

En el final de La ciudades invisibles, de Italo Calvino, Marco Polo le dice al Gran Kan: ?El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya est� aqu�, el que habitamos todos los d�as, el que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es f�cil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de �l hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atenci�n y aprendizajes continuos: buscar y saber reconocer qui�n y qu�, en medio del infierno, no es infierno. Y hacer que dure y darle espacio?.

Big zoabra para todos.

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