jueves, febrero 03, 2005

�Y, Barra?

Gustavo Noriega, amigo de la revista El Amante, me envi� este articulo por mail. Lo pego entero porque no logro encotrarlo en el site del cual proviene (http://www.bonk.com.ar/tp/), donde de todos modos hay m�s para leer sobre el tema.

Me pareci� un reflexi�n interesante, igual que la de Carri�, aparecida en P�gina/12 de ayer.

Saludos.

Qu� r�pido cambia todo. La Consulta Popular de Ibarra apareci� ayer como la respuesta a todas las preguntas ?o, mejor dicho, el elemento que nos distrajo de la falta de respuesta a las preguntas que nadie hizo? y hoy ya parece haberse dilu�do por completo. Al menos es la sensaci�n que dan las portadas de los diarios. No estar�a mal que as� fuera, pero, por las dudas, aclaremos: No hay, de momento, ning�n motivo para que Ibarra renuncie o sea removido. Al contrario, deber�a quedarse, m�s ahora que habria que trabajar, que hay tanto por hacer. Cumplir la totalidad de su mandato y hacer en tres a�os algo que valga la pena, como asegurar un Estado con capacidad cierta de regulaci�n y control, ser�a un inesperado aporte de Ibarra a Buenos Aires. Eso, y retirarse luego al campo de la jardiner�a o algo m�s afin al modo vegetativo de su estar en esta tierra.

Hay much�simas razones para investigar al gobierno porte�o y su fatal negligencia en el control de los boliches, para que miles le reprochen para siempre haber perdido un ser querido que quiz�s, si las cosas se hubieran hecho distintas, hoy estar�a vivo. Tambi�n hay razones para investigar la composici�n sangu�nea de Ibarra y su gabinete, y determinar c�mo puede alguien estar en un lugar tan interesante y hacer algo tan deslucido, para quedar tan expuesto, como una hoja al viento. Y, por cierto, tambi�n hay razones para que centenares de miles le reprochen a Ibarra una variada gama de fracasos y claudicaciones, la menor de las cuales no es haber decepcionado en una sola gesti�n las expectativas generacionales, pol�ticas y geog�ficas que hab�a encarnado. Si alguien es joven, progre y de la capital, debe tener ganas de matarlo; una trifecta a la que no lleg� ni Chacho Alvarez en su intento m�s logrado.

Pero nada de eso es motivo para echar a un gobernante electo, y sepultarlo bajo la sacudida adolescente de un electorado hist�rico. M�s que una incursi�n punitiva, Que se Vayan Todos es el Trademark de porte�os desencantados con su propia impotencia, dispuesto a cualquier cosa para conseguir su viagra, aun si se trata de usufructuar la desesperaci�n de v�ctimas y familiares con los mismos pocos escr�pulos que tendr�a el cronista m�s amarillo, el puntero m�s odiado o el mercenario mas ininmputable.

Si lo que se discute son las causas del incendio, hay tres consideraciones que hacer: una es que el responsable (penal y de todo tipo) es quien encerr� a mas de tres mil personas en un galp�n con techos inflamables, cerr� las puertas por fuera y dej� prender unas bengalas a ver qu� pasaba. Otra es que las responsabilidades penales de Ibarra est�n lejos de ser evidentes. Y otra es que la falta de controles que este gobierno no cambi� (como no cambi� casi nada a su alrededor) es uno de los factores y no el �nico en este asunto. Controles m�s severos reducen esas chances, pero este tipo de incendios pasan en lugares donde los controles son mas serios, las fuerzas de control mas honestas y los jefes de gobierno m�s despiertos.

Si lo que se discute es la negligencia general de este gobierno y la incapacidad del Estado para regular, hay a�n m�s consideraciones. Una es que el problema incluye y excede a Ibarra en el tiempo y el espacio. Cuando hemos hablado, en este m�nimo espacio com�n de tp, sobre el desmantelamiento del Estado y la alegre complicidad que acompa�� por a�os, no falt� quien supuso que esa es una frase hecha derivada de P�gina/12 o una excusa de nacionalistas retr�grados. La verdad es que el Estado ha sido puntillosamente desprovisto de sus herramientas vitales (en este caso inspectores formados y bien pagos con amplios poderes y estrictamente controlados, de un r�gimen de habilitaciones realista) al ritmo de la deificaci�n p�blica de los contratos privados, privadamente regulados y privadamente controlados. No se trata ahora de decir ?Calavera no Chilla?, pero s� al menos de aprovechar la oportunidad para ver el grosero pifie, del cual los 15 minutos de fama de Ibarra son un espor�dico incidente.

�Qu� aporta la destituci�n de Ibarra o la plebiscitaci�n de su gesti�n, sea para afrontar las causas del incendio como para discutir la negligencia de la administraci�n p�blica? La destituci�n no contribuye con absolutamente nada, fuera de saciar la necesidad de pagar con sangre el crimen, como en el cuento de la Revoluci�n Cultural china que encabeza esta nota. Es dificil imaginar que alguno de los sucesores de Ibarra acelere radicalmente la reconstrucci�n de un Estado en retirada. Al contrario, los sucesores con m�s chances no han hecho de su amor por la cosa p�blica su carrera. Han crecido sobre mucho m�s que 190 cadaveres, en el clima celebratorio de la fractura social, la idiotizaci�n del electorado y la banalizaci�n de la representaci�n pol�tica. Ibarra puede ser triturado en un juicio pol�tico y probablemente ninguno de nosotros lo salga a defender, pero aprovechar el incendio para revisar los criterios con los cuales funciona la administraci�n p�blica requiere de otra cosa; requiere de tiempo, cabeza fr�a y disposici�n a invertir a largo plazo en esa tarea, exactamente lo contrario de salir a pedir la cabeza de nadie.

M�s aun, mantener al mismo gobierno durante el tiempo que tiene asignado, controlarlo y corregirlo y cambiarlo en su momento oportuno podr�a ser una interesante contribuci�n.
Pero si algo aporta menos que la destituci�n, es el plebiscito con el que Ibarra pretende evitarla. El gobierno porte�o busca colocar de nuevo a su exhausta base de sustento en la extorsi�n de ?yo o el demonio?, sin ning�n motivo propio, sin ninguna agenda positiva. La opci�n equivocada, en el momento equivocado y por las razones equivocadas. Primero, porque no hay nada que legitimar. Ibarra gan� su elecci�n hace muy poco con el apoyo cansino de quienes cre�an y creen (cre�amos y creemos) que en las elecciones, saliendo del narcisismo que supone que el �nico buen candidato es el que dice y hace lo que uno quiere, se elije al mejor o al menos malo.

Repetida la extorsi�n, puede que una buena parte vuelva a manifestarle su apoyo, pero aun m�s asqueada que antes del truco y de la falta de incentivos. O puede que su base de apoyo finalmente se harte y decida sacudirlo, aun a costa de abrirle las puertas al demonio. Cuando Italia decidi� castigar a la izquierda abriendo las puertas al reinado de Berlusconi, Umberto Eco dijo que lo que estaba haciendo el electorado italiano era como castrarse para contrariar a la mujer.

Pasar ol�mpicamente de la histeria colectiva por matar a al jefe de Gobierno, y suplicarle a �l y su gabinete que se abstengan de nuevas ideas brillantes, ser�a un buen punto de partida para empezar a hacer algo para el d�a en que, en la mayor indiferencia, Ibarra finalmente se vaya.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario