Mi hermano Juan naci� dos a�os despu�s que yo. Le decimos el Drag�n porque, con el tiempo, le encontr� el gusto a la bebida y en horas pico ?en el cabarute de su amigo Norman- suele largar v�mitos que parecen jabalinas ol�mpicas. Cuando naci�, tard� un tiempo largo en hablar. Por lo cual mis viejos estaban preocupados. Hasta que un d�a, mientras mi mam� colgaba ropa y �l estaba sentado en el patio, larg� mec�nicamente el slogan de una propaganda. As� que mi hermano hablaba, lo que pasaba es que no ten�a nada que decir. O no quer�a hablar con nadie.
Como dice Wittgenstein en el final del Tratactus: frente a lo que no se puede nombrar, mejor quedarse callado. Mi hermano es wittgensteiniano a full. Por eso disfruto cuando puedo charlar con �l. Algo no muy habitual. La otra noche, post cena en un restaurant, hablamos de Led Zeppelin. Los dos �ramos y somos fan�ticos de Zeppelin y yo le cont� que acababa de ver en la tele un documental sobre el grupo. No era muy bueno, le dije, pero ten�a partes que los mostraba en vivo. Y eso es algo que no se puede olvidar. Zeppelin en vivo no tiene vuelta atr�s. Ver eso te cambia para siempre.
El Drag�n me dijo que cuando Plant y Page tocaron en Ferro, el les sac� fotos para una revista. Me dijo que ese recital fue inolvidable. Despu�s, mientras ped�amos un vino tras otro, recordamos nuestros s�bados en el cine Lara, viendo hasta cuarenta veces La canci�n es la misma. Cada miembro del grupo, le dije al Drag�n, era esencial, como un componente de un preparado alqu�mico. Fijate en Bonzo, le dije, para m� su percusi�n fue la puntuaci�n de Zepp. Para un escritor, le dije, la puntuaci�n es una decisi�n �tica. Tiene que ver con su respiraci�n y no con lo que manda la gram�tica. Me acuerdo, le dije al Drag�n, que me impresionaban los pantalones de Page y la forma en que tocaba la guitarra, con las dos manos, como Jimmy Connors.
El Drag�n asent�a mientras los ojos se le iban super achinando. Casi, casi, parec�a el Dalai Lama. Como ambos estamos pelados al ras, supongo que en esa mesa del bar parecer�amos dos beb�s envejecidos que alguien se olvid� en un apuro. Despu�s pasamos revista a los mitos Zeppelin: que Karac, el hijo de Plant muri� por culpa de una brujer�a de Page, que Page hac�a magia negra y que la palabra Zoso, tan enigm�tica, significaba: "sin posibilidad de buen final".
Un amiguito nuestro del barrio, que muri� en la c�rcel, cuando era chico viaj� a Inglaterra con sus padres. Y volvi� con un chaleco de lana que dec�a, bien grande: ZOSO. Era incre�ble ese chaleco, hac�amos cola para verlo, le dije al Drag�n. El asinti�. Empezaba a dejar de hablar. Tomamos vino, champagne y despu�s rebajamos con whiskies. En la garganta de mi hermano crec�a Cracatoa. Todos los discos de Zeppelin,le dije mientras tomaba el �ltimo trago de la noche, son geniales, incluso Presence, uno que se puede considerar menor dentro de su discograf�a, es notable, con esas ilustraciones de Hipgnosis en la tapa que parecen parodiar a las im�genes de la vida norteamericana al estilo de Norman Rockwell.
�Te acord�s cuando pintamos todo de blanco al tocadiscos Winco? Le pregunt� al Drag�n. Asinti� con la cabeza varias veces, como lo hacen los perritos de adorno que est�n puestos sobre los tableros de los colectivos. En ese tocadiscos, le dije, escuch� por primera vez Zeppelin II. Una de las partituras de nuestra juventud.
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