lunes, febrero 06, 2006

Drugstore Cowboys, by Fabi�n Casas

Ayer fui a ver una pel�cula cuyo argumento es una historia de amor entre dos cowboys. Es una pel�cula correcta con un comienzo moroso y notable donde los dos protagonistas son mostrados por el narrador (Ang Lee) con pincelazos breves y lac�nicos.

Atenti: es una pel�cula mainstream; es decir, no le pidamos peras al olmo. Los actores son hermosos, la ropa que usan es similar a la de los modelos de Marlboro, aunque representen personajes que est�n en la lona. Algunas escenas est�n puestas con sentido pedag�gico para remarcar posiciones �ticas del film. Algunos personajes son caricaturescos y epid�rmicos.

Sin embargo -a la manera, tal vez, de Los Puentes de Madison-, el film tiene momentos emocionantes. De las m�ltiples historias que se cruzan en la pel�cula (una de amor gay, una de infidelidad, la historia de lo que les pasa a los que no hacen lo que realmente desean), me quedo con la que me result� m�s perturbadora: la de la imposibilidad de lograr una pareja estable y duradera con alguien que uno ama.

Los cowboys, que se ven cada cuatro a�os, mantienen la intensidad de la relaci�n -pero, a su vez, esto tambi�n es una condena- precisamente porque se ven cada tanto. Entonces se extra�an, se desean. Y parece que esos encuentros furtivos, que nunca llegan a completarse con la repetici�n de lo cotidiano, son la f�rmula del deseo perpetuo: Aquiles corriendo a la tortuga...

Pero uno de los dos cowboys est� harto de esa situaci�n y le propone al otro irse a vivir a un rancho y criar sus animales juntos. Eso ser�a la felicidad total, le dice. Como espectador, en ese momento clave de la pel�cula, uno no puede dejar de pensar: "Si te vas a vivir con �l y te levant�s todos los d�as en la misma cama, lo vas a querer estrangular con tu lazo, por el aburrimiento". �Hay alguien que pueda decir lo contrario?

Creo que una de las tareas m�s arduas para una persona es construir una pareja estable y oxigenada en un mundo demoledor donde las parejas, como las revistas literarias, duran casi siempre dos n�meros.

No ser accesible, le propon�a Don Juan a su aprendiz Carlos Castaneda. No gastar a las personas que queremos oblig�ndolas y oblig�ndonos a estar siempre con ellas, por miedo, por costumbre o aburrimiento. Si uno se vuelve accesible, come cinco manzanas cuando s�lo se necesita una. Se est� encima de una persona revoloteando como un mosc�n hasta que la agotamos en nuestro coraz�n. Crear una niebla en torno nuestro, no dejarse enlazar por las opiniones de los dem�s, eliminar la historia personal y sentirse m�s livianos: saber que ten�s todo el tiempo del mundo para estar con una persona porque no ten�s asuntos pendientes. Ser un guerrero impecable: un cowboy invisible.

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