Murió Bernardo Neustadt, tenía 83, no quería a los Kirchner, los trataba de vampiros, de darse lujos, de tiranos, de autoritarios, de permitir la tele porno, de las cosas de las que se quejaba Bernardo: el país atrasaba años a velocidad de tren bala, decía, después de crecer y entrar el primer mundo durante la presidencia de Menem.
El día del fallecimiento un amigo me invita a su casa a cenar pizza y champagne. Buena idea, mucho más después de dormir la siesta en la librería Gandhi, donde Daniel Filmus, senador y sociólogo, dio una conferencia de prensa sobre los seis meses de gestión de Mauricio Macri. Antes que escuchar a Filmus hablar de Macri prefiero ir al velorio de Bernardo en la Zona Norte. Seguro está más divertido. Pase lo que pase, cualquier cosa es más divertida que escuchar a Filmus.
¿Estarán el Kohan, Emir, el soldado Chamamé, el Turco Asís, el Tata Yofre? ¿Estará Hugo Franco, Marito Caserta, Munir, Longobardi, el negro González Oro, Archi? ¿Estarán Posse el diplomático, Iko, Yuyito, Amira, Cúneo, la Cordero? La mitad de esa cría y los movileros ya aseguran tráfico de información y con suerte, algún inédito.
Periodista de los de antes, Bernardo, hasta el último día. Tanto que murió el día del periodista.
¡Qué lástima, Bernardo, no pudiste ver cómo Racing ganó y se salvó del descenso, no vas a poder ver cómo Estudiantes de La Plata pierde el campeonato a manos de River, cómo el Boca de Macri, la esperanza blanca, tu esperanza blanca, el hombre indicado para salvar al país de los bolcheviques kirchneristas, no gana nada de nada!
Joder, Bernardo: el tiempo apremia, dejaste discípulos, miles, por eso no te preocupes, tu querido país tiene especialistas, ingenieros no, técnicos agropecuarios tampoco: buchones, eso sí que sobra. Por ahí algún diario te dedica un suplemento de sábado. A los maestros se los reconoce siempre.
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